Héctor G. Legorreta

El fracaso del PRD en la pasada elección para Gobernador en Hidalgo no fue obra de la casualidad ni de la generación espontánea. De hecho, tampoco está relacionado con las elecciones que se habían celebrado dos semanas antes en Baja California Sur, Guerrero y Quintana Roo, donde el PRD mantuvo la primer gobernatura y le arrebató al PRI la segunda de una forma contundente, mientras que en la tercera aumentó su votación considerablemente en el estado quedando como muy buena segunda fuerza política con un 33%, la más alta para éste instituto político en el Estado. La derrota en Hidalgo se debió a diversos factores que enunciaré a continuación.

Antes de entrar de lleno al análisis político que puede llevarse de manera libre y democrática en éste espacio, agradezco la oportunidad que se me da de poder escribir sin necesidad que sea lo que piensa el Gobierno de éste Estado que en el discurso menciona una apertura en cuanto a libertad de expresión y por otra es intolerante y reprime cualquier acto, manifestación o comentario que no esté de acuerdo a la línea oficial o sus fantasías gubernamentales (las cuales podemos decir que van de la mano).

El 2 de julio del 2000 los perredistas abrimos los ojos y comprendimos que el cambio en la Presidencia de la República que tanto habíamos buscado y el cual nos costó cientos de compañeras y compañeros muertos fue aprovechado por la derecha ultraconservadora, aquella que aprobó quemar las boletas electorales que evidenciaban el fraude electoral de Carlos Salinas de Gortari y que tenía (y tiene) su figura principal en el hoy Senador de la República Diego Fernández de Ceballos, el autor intelectual de la Ley de Derechos y Cultura Indígena que está siendo rechazada por todos los sectores de la sociedad (excepto claro, por los dueños del poder), además de ser el principal impulsor de la llamada Nueva Hacienda Pública junto con Vicente Fox y su gabinete empresarial de tecnócratas y priístas.