Hola.
Bueno, pues tras el debate generado sobre la ingerencia de la Iglesia Católica en el caso de los matrimonios del mismo sexo y la adopción de niños por parte de éste tipo de parejas, siendo ésta la decisión de un Estado Laico, y donde no tendría (ni debería) tener injerencia la Iglesia, nos hemos tomado la libertad de realizar una reflexión.
Y ésta reflexión va encaminada sobre cierto pasaje en la vida de Jesús de Nazareth, ese gran líder social del Siglo I de Nuestra Era, el cual comenzó a cargar sobre su espalda el título de “Hijo de Dios” en el Concilio Ecuménico de Nicea. Pues bien, según un pasaje narrado en 3 de los 4 evangelios canónicos (San Mateo 22:21, San Marcos 12:17, y San Lucas 20:25), tras la pregunta por parte de los fariseos a Jesús sobre si se deben pagar o no impuestos, a lo que éste contesta: “Lo que es del César, al César, y lo que es de Dios, a Dios”. En éste sentido, Jesucristo hace, de facto, una separación entre la Iglesia y el Estado, entre lo divino y lo terrenal.
En éste sentido, Jesucristo ratifica ésta doctrina cuando corre del Templo de Jerusalem a los mercaderes que ahí hacen todo tipo de negocios con la Fe, y obtienen jugosas ganancias, tal y como lo hace el catolicismo de nuestros días. En éste pasaje, los miembros del Sanedrín salen encolerizados porque Jesús se madrea a todos en el Templo (el texto bíblico no lo menciona, pero supongo que salen así de encabronados porque recibían alguna comisión por estar ahí), y Jesucristo se va, después de decirle sus cosas a las autoridades religiosas de su tiempo. O sea, la relación de Jesucristo con su jerarquía religiosa no era del todo buena.
Lo cierto es que Jesús hace incapié en dos cuestiones: primero, en que considera que debe de prevalecer una sana distancia entre Iglesia y Estado (cosa que ahora la curia romana no respeta), y segundo, que considera que la fe y la economía no debieran tampoco mezclarse.
Sin embargo, pareciera que sus palabras contravienen la actuación de la que dice ser “su” Iglesia, la cual actúa (y no nada más en éste caso, sino en todo) contrario a la doctrina que predicaba Jesucristo, de amor al prójimo y humildad. Si el señor Juan Sandoval Íñiguez hubiera sido parte del Santo Sanedrín (que de “Santo” nada más tenía el nombre), de inmediato hubiera mandado a crucificar a Jesús, tal y como lo hicieron Anás y Caifás.
Y quizá la historia no sería muy diferente. Ahora, la Arquidiócesis y sus Nuncios Apostólicos realizan exactamante las mismas prácticas con el gobierno espurio que el Santo Sanedrín con el Imperio Romano: ahora, las prácticas y corruptelas que tenían Anás, Caifás, y demás compinches, ahora las realizan Juan Sandoval Íñiguez, Hugo Valdemar o Norberto Rivera.
Por supuesto que yo no pretendo, de ninguna forma, comparar a Marcelo Ebrard con Jesucristo. No es ni el 0.00000000000000000000000000000000000000000000001% de lo que fue Jesús. La única intención era mostrar cómo Jesús de Nazareth se oponía a lo que hoy hace la Curia Romana en México, y cómo los que antes eran los amos religiosos hacen exactamente lo mismo que ahora. Son 2000 años de diferencia, pero pareciera que sucedieron unos a otros.
Saludos. Dejen comentarios.