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Desde el momento en el que se validó el triunfo de Enrique Peña Nieto por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación el 5 de septiembre de 2012, advertimos con mucha anticipación que Peña buscaría impulsar una Reforma Energética regresiva y contraria al espíritu de la expropiación que realizaría el General Lázaro Cárdenas en 1938.
Esto no es nuevo: ya desde el sexenio de Ernesto Zedillo, hubo intentos fallidos por privatizar esta materia prima. Tampoco lo consiguieron Fox ni Calderón, pero si lograron avanzar algunos pasos para lo que años después materializaría Peña Nieto.
Posteriormente, y una vez presentada, Peña Nieto mintió palabra por palabra sobre el contenido de la Reforma Energética. Durante meses, los mexicanos fuimos testigos de un bombardeo mediático con una gran campaña de spots en radio y televisión “argumentando” sobre las bondades de la Reforma Energética, cómo cínicamente el Presidente de la República salió a mentir en diferentes cadenas nacionales de que esta, la madre de todas las reformas estructurales que impulsó mediante el Pacto por México, sería únicamente para “modernizar” a PEMEX, y no para privatizarla.
Finalmente, el 11 y 12 de diciembre de 2013 (día de la Virgen de Guadalupe), la Reforma Energética fue aprobada por ambas cámaras, y en la mayor operación política de la Historia, fue aprobada en fast-track por los congresos estatales, haciéndose la declaratoria de constitucionalidad 6 días después, el 18 de diciembre.
Entre otras cosas, la Reforma Energética abría el impedimento legal que existía para que empresas privadas nacionales y extranjeras pudieran invertir en todas las áreas de la cadena productiva del petróleo (exploración, perforación, extracción, almacenamiento, transportación, refinación, distribución, venta, renta y demás actividades comerciales asociadas a ella), y en el caso de los yacimientos de petróleo en plataforma continental, aguas someras y aguas profundas, que antes eran propiedad de la Nación (y que en el papel siguen siendo), podrían ser concesionadas mediante bloques licitados a PEMEX o estas empresas privadas en procesos “abiertos y transparentes” denominados “Rondas”.
Así, el pasado 31 de enero de 2018, se dio a conocer el resultado de la denominada “Ronda 2.4”, la cual licitó 29 bloques divididos en 3 áreas del Golfo de México: Área Perdido (9 bloques), Cordilleras Mexicanas (10 bloques) y Cuenca Salina (10 bloques). De estos 29 bloques, 10 se declararon desiertos (es decir, ninguna compañía mexicana o extranjera, pública o privada presentó alguna propuesta), y los 19 bloques restantes, fueron distribuidos de la siguiente forma a las siguientes compañías:
- Shell (Holanda) con PEMEX (México): 1 bloque
- Shell (Holanda) con Qatar Petroleum (Qatar): 4 bloques
- Shell (Holanda) en solitario: 4 bloques
- PEMEX (México) con Chevron (USA) e Inpex (Japón): 1 bloque
- PEMEX (México) en solitario: 2 bloques
- PC Carigari (Malasia) con Repsol (España): 1 bloque
- PC Carigari (Malasia) con Ophir Energy (Reino Unido) y PTT Exploration and Production (Tailandia): 1 bloque
- PC Carigari (Malasia) con Repsol (España) y Ophir Energy (Reino Unido): 1 bloque
- PC Carigari (Malasia) con Repsol (España), Sierra Energy (USA) y PTT Exploration and Production (Tailandia): 1 bloque
- PC Carigari (Malasia) en solitario: 2 bloques
- Eni (Italia) con Qatar Petroleum (Qatar): 1 bloque
Más allá del regalo que le hicieron a las empresas extranjeras, al concesionarles 17 de los 19 bloques licitados, llama la atención el caso del gran ganador de la licitación, Shell, a quien le concesionaron 9 bloques: 4 en solitario, y 5 en asociación con otras compañías energéticas. Con esta licitación, Shell se convirtió en la compañía petrolera con mayor presencia en México, por encima de PEMEX.
La Royal Dutch Shell es una compañía petrolera trasnacional holandesa, creada en 1907, que en 2016 tuvo una producción de 3,979 millones de barriles de petróleo en 2016 a nivel mundial. Hago un paréntesis para realizar una comparación: en el mismo periodo (2016), PEMEX produjo 3,037 millones de barriles de petróleo, 942 mil barriles de petróleo menos que Shell. La diferencia es que mientras Shell obtuvo esa producción en varios pozos petroleros en el mundo, PEMEX la obtuvo sólo en México, a pesar de la abierta intención de quebrar a esta empresa por parte del gobierno mexicano.
¿Por qué llama la atención que tantos bloques hayan sido concesionados a Shell? Más allá de la cantidad, por los antecedentes que existen de esta empresa respecto a la contaminación de ecosistemas enteros en todo el mundo.
El caso más conocido es el de Nigeria, el cual desde 1960 hasta 2013, había sido afectado con el derrame de más de 1 millón y medio de toneladas en poblaciones enteras, siendo el problema más conocido el derrame en el Delta del Níger en 2007-2008, con lo que la empresa holandesa tuvo que indemnizar a los pescadores y pobladores afectados con una cifra de 80 millones de euros.
Sin embargo, pocos meses después, Amnistía Internacional denunció que Shell había mentido en cuanto al número de barriles derramados en el Delta del Níger para “tratar de reducir al mínimo las indemnizaciones”, según se lee en un comunicado del 13 de diciembre de 2014, pues mientras Shell declaró que sólo habían sido derramados 1,640 barriles de petróleo, Amnistía Internacional calculó que la cantidad total del vertido era superior a 100.000 barriles.
Así mismo, en Argentina, Shell derramó en 1999 aproximadamente 5 millones 300 mil litros de hidrocarburos en la Provincia de Magdalena sobre el Río de la Plata tras el choque de dos de sus barcos: Sea Paraná y Estrella Pampeana. Así mismo, en 2007, el gobierno argentino clausuró la refinería de Dock Sud, en la periferia de Buenos Aires, debido a la contaminación ambiental que producía la planta.
Así mismo, durante años la ONG Greenpeace realizó una campaña para frenar las intenciones de Shell de perforar en el Ártico, lo cual hubiera significado una devastación enorme para el ecosistema del Polo Norte. Finalmente, la empresa petrolera declaró no perforar el ártico hacia diciembre de 2015, debido a la oposición de la opinión pública mundial al respecto.
Sin embargo, llama la atención que el Gobierno de México le haya otorgado a Shell la concesión de 9 yacimientos petroleros en el Golfo de México, pese a los precedentes existentes respecto a la contaminación que ha dejado en varios países del mundo y donde, además, ha buscado minimizar las indemnizaciones derivadas de sus prácticas antiambientales.
Es evidente que el criterio principal de las licitaciones a Shell no fue ambiental, sino económico. Y también es previsible que, en el futuro, habremos de presenciar desastres medioambientales similares a los que hubo en Nigeria y Argentina por parte de Shell, pues es obvio que el gobierno mexicano no supervisará las prácticas ni métodos con los que Shell haga la perforación y extracción de petróleo en el Golfo de México.
Así, la Reforma Energética comienza a ser una historia que, en un futuro, hablará de contaminación medioambiental, muerte de ecosistemas, y destrucción de comunidades. Y para entonces, los responsables del actual gobierno quedarán impunes, y ricos al amparo del poder público.
Saludos. Dejen comentarios.