La elección que vivimos el pasado domingo (y por ende los resultados) no son sino solamente resultado de la gran elección de Estado que vivimos y de la cual fuimos testigos durante 45 días. No fue sino la consolidación y la certificación de que la vieja maquinaria del PRI ha vuelto a funcionar como antes, y también de que ésto que acabamos de vivir es sólamente un botón de lo que nos espera en 2012: Gastos exorbitantes de campaña, un despliegue de publicidad que raya en lo grotesco por parte del PRI, un acarreo grosero de votantes a las urnas, intimidación a votantes independientes y observadores de la oposición, mapaches descarados y realizando lo que mejor saben hacer: comprar y coaccionar el voto (y además, vigilar que el votante sufrague en el sentido que quieren), autoridades e instituciones tibias (en el mejor de los casos) y corruptas (que hacen como que no ven nada), arresto policiaco de miembros de la oposición, medios de comunicación parcializados y oficializados, y un sin fin más de irregularidades que no veíamos y que provienen desde los tiempos de María Castaña.